Este fin de semana, con la excusa de los Carnavales del Valle de
Por la noche, tras la cena con el chico de Mamen y una amiga suya, hicimos los preparativos detallando nuestros disfraces como manda el canon de “siempre a última hora”, en la cual apreciamos las habilidades de corte y confección de Borja. Al alba, Riki nos sorprendió con sus alarmas al estilo Formigal (lugar célebre por el albergue de los jesuitas en el que utilizaban para mostrar las preciosidades de nuestro país a los chicos del colegio de Zaragoza en plan Ley Libre de Enseñanza y refugio del Padre Prieto), un clásico entre los clásicos. Retocamos, de nuevo, nuestros uniformes de Playmóvil y partimos para el juego de disfraces y la llenada de panza. Un acto que nos dejó agotados y sin duda más a nuestro paciente conductor que aguantó como un jabato sobrarbense nuestras ganas de fiesta y toques de flauta, ésta última léase como se quiera mientras no sea con la mente enferma.
Tras nuestra batallita, en donde, nos topamos, de entre otros alguno de los Romunianos, a la tamborilera de Lurte. Al llegar al fogar, cenamos pizza y nos pusimos a ver una peli, aunque sin hacer caso a la idea montipaytoniana de Riki. El día me pesaba como si llevase