jueves, 14 de octubre de 2010

Palabra de Cincinato

Al trigo bronceado por la tarde
le espera la guadaña para recoger el cereal en los meses que corresponden.
Al lápiz, el papel.
Luego recoge los trocitos de grafito creando pictogramas, símbolos y otras dimensiones expresivas.

Al amanecer,
en las Termópilas,
aún ven el resplandor de los escudos de unos pocos,
alineados hacia el espolón de las naves atenienses,
las cuales, pacientes, se dirigen a Salamina.

Al atardecer,
junto al Tíber,
el sol señala las tierras del patricio
que salvó a Roma en dos ocasiones
y tras ello, volvió sus manos hacia sus cosechas.

Y en la capital del Mare Nostrum hoy,
en donde se divisó a un hombre canoso,
se ve a un greengo, quien confió sus palabras
al ardor de un universitario.

Cuatrienios o lustros desgastados
se vuelven impuros
y los pañuelos se pueden volver a un palco,
inundado de entalladas condecoraciones
del laurel pasado, en donde, se adivina una inscripción:
Hominem te esse memento!

martes, 5 de octubre de 2010

A los que se van

Algún aragonés no tomó lejanas tierras
ni se evacuó por el Ebro.

La maleta no se fue consigo, ni fue su única compañera.
No se fue, ni cantó una albada al que se iba.
Ni dejó caer un pañuelico sobre su mejilla
pero su voz ruge en el adiós y se pierde.

Alguno dirá que la suele encontrar en el reino de los Mallos,
o en la fortaleza que rodea el ibón de Estanés,
o entre el polvo de un fortín en la Ribera Baja.

Alguno dirá que llegó a los confines del delta,
o a las lineales avenidas del undécimo distrito de Massachusetts,
o al desgastado colorido del bazar más grande de la ciudad de Rawalpindi.

Pero su voz también ruge en el adiós.