viernes, 3 de marzo de 2017

Aragón al este(de la Ribagorza al Matarraña)

La espiga entre las manos se difuminan y los pastos se los tragan las malas hierbas. Sueñan con expansionarse, ahí, donde decían que sus siervos, sus esclavos, hablaban mal la lengua del imperio. Pero el pastor, el hostelero ribagorzano, no quiere olvidar sus palabras, las palabras de sus padres, de los padres de sus padres. La espiga entre las manos se difuminan y los pastos se los tragan las malas hierbas. Para cabeza la lógica de Costa y el bibliotecario Comas y la historia del rey Gonzalo que nunca lo fue y de la priora de Sirena y de la Medina Afraga. La espiga entre las manos se difuminan y los pastos se los tragan las malas hierbas. ¿Por qué queréis poner yugos a los campos libres? ¿Por qué queréis producir dolencia a los que comparten su cerveza? La espiga entre las manos se difuminan y los pastos se los tragan las malas hierbas. Ahí, en lo más alto de las fortalezas, ahí, en las torres altas de Valderrobres o en las desaparecidas de Benás, ahí se alza la memoria, ahí, en los ojos de viejos y niños de jóvenes y adultos. La espiga entre las manos se difuminan y los pastos se los tragan las malas hierbas. Y que no se traguen los higos o quemen los olivos, que la razón la tiene la voluntad y no la calumnia y la presión. La espiga entre las manos se difuminan y los pastos se los tragan las malas hierbas. Arrojados los autómatas y esclavos al pozo para producir el mismo hongo que desplazó a miles de personas a las Américas, difuminan las espiga entre las manos y los pastos se los tragan las malas hierbas.