Las limas sirven al retoque de la realidad,
aquéllas que nos envuelven las noches cortas.
Una vez , vi una casa con oscura pizarra,
tan acogedora como una manta que envuelve el lecho en invierno.
Se asomaba junto a un páramo y junto a éste, el Ebro bajaba cristalino.
Pronto, el sol lo tiñó de color tierra
y la pizarra se volvió arcilla
enblandecida tras el paso de los años,
deslumbrando con el extraño marrón
de los soldados uniformados obligados
a servir a su Majestad.
Pero sé que cuando la niebla imponga su murmullo sosegado sobre las piedras angulosas desgastadas por el paso de las primaveras y de los otoños,
la pizarra se levantará para fijarse
hasta que estelas miren hacia el estrellado campo.