(Al Obispo Romero, asesinado oficiando misa en El Salvador)
Ayer volví a soñar que soñaba,
y en esos sueños había familia y felicidad.
Ayer volví a ver que veía,
y en esas visiones había amabilidad y seguridad.
Ayer volví a imaginar que imaginaba
y en esa imaginación había amor y ternura.
Hoy he vuelto a ver la penumbra en la competitividad
de los trabajadores
en la búsqueda de su dorado,
el dios del materialismo
que tanto cegó al soldado Aguirre.
Hoy he vuelto a ver la penumbra en la voracidad
de la plutocracia,
que a cristazos nos premiaron cuando vinieron a encabezar la humanidad
desde las tierras que iluminaban el mundo.
Y sin embargo, la voz del mundo estaba en los pobres,
en los amanuenses que dignifican la verdadera voluntad del ser humano.