Disponemos de un mundo libre, libre de crítica y crítica de lo libre.
Disponemos del relativismo solo para los valores que construimos con nuestros ancestrales pupitres
y del negocio en el tiempo de ocio gracias al principio del fin que marcó la Escuela de Nueva York,
la misma, que el poeta granadino situó en sus viajes al puro infierno
de una Divina Comedia buscando una Beatrice compañera de Whitman.
Mao nos enseña que hay que amar el trabajo por encima de todas las cosas
como el dios que nos permitió conducir la revolución contra nuestros padres
a los que pusimos bajo nuestras bayonetas ante su traición al dios
que nos recuerda que el peor opio viene de nuestros ancestrales pupitres.
El planeta es la caverna pero no hay que salir a la luz.
Hay que hacer caso a una imposición de mercados corbatas y otros souvenirs del mundo libre o del mundo más libre que terminó acabando con lo ancestral.
No hay sociedad libre que la de la libre competencia o la de una revolución en donde la caverna es un permanente estado y sus gobernantes populares son simples esclavos hijos de esclavos de la antigua Roma.
Algún día se habló de una nueva glaciación que encogiera de hombros a las generaciones de homo sapiens ¿estamos aún en ella?
Las toxinas en los hombres y los cigarrillos en las bocas
nos llenan de algo que sí adormece y contamina.
Los siguientes, los que vienen,
los zapatos pierden
O perderán, como se rompieron las cadenas de Fernando IV de Aragón
tras siglos y siglos de unos y otros que ejercieron la represión.
Brigadas Rojas, División Azul…
¿Qué es la razón si falta la crítica?