En el acero de la noche
la rueda se estanca, se adormila
y los cajeros dejan ser hogares tras jornadas de negocio.
Las joyas escoden a sus dueños sus propios estercoleros
que intentan no verse en sus conciencias
manchando el nombre de sus hijos, deslucidos con bienes y otras riquezas.
La res pública se encierra, no sale a la calle
no mira a sus ciudadanos a los ojos
sino miente y desvaría dejando taparse por una lisa bandera.
Y al caer la noche los cajeros dejan ser hogares,
las parejas estables y las penurias adormiladas
cuando a mucho pueblo falta pan a ritmo de famoseo y fútbol.