Ahí, enclavado junto al cañizar, en la campiña, donde los villanos bailan para las fiestas
y las manos sirven para cosechar mirando aquel monte que llaman Moncayo
En donde dicen que nace el cierzo y descansa el fagüeño
Ahí, yace el sol del atardecer que reposa en la vieja mecedora de madera
Que el viejo doctor dejó en herencia…
El calor de la manta algún día será el aliento y aroma que anuncie
La primavera en las praderas y seguridad en las sendas, extensas bajo las sombras de los pinares y las carrascas.
Ahí en donde cuatro serán las plantas de los pies que linden los extremos de azequias y calas, fronteras de aquel país, al cual, siempre quise pertenecer.
Ahí … en donde ni el oro ni la plata ni los rubíes precio tienen... se mece lo que más sentido puede despertar.